10 momentos de auténtica revelación

A raíz del interés que parece haber suscitado la inclusión de dos momentos reveladores en un artículo de este blog (no se me ocurría otra excusa para retomar el tema), me animo ha extenderme sobre ello un poco más y crear una lista de diez.

Como señalábamos en aquel artículo, en la vida de un lanzador existen una serie de momentos puntuales muy significativos y de gran impacto para la trayectoria y el progreso técnico del entusiasta aficionado. Momentos en los que parece encenderse una bombilla en la cabeza del sufrido lanzador, arrojando un fuerte rayo de comprensión y entendimiento sobre algún aspecto técnico o cuestión teórica, que hasta esa fecha permanecía en el reino de lo inescrutable. Es algo que no se olvidará jamás. Muchos de esos momentos son muy gratificantes y agradables. Otros suponen una auténtica bofetada en la cara. Todos ellos, casi siempre, significan un antes y un después para el iluminado lanzador.

Los ingleses los llaman A-há Moments, yo los llamaré

Momentos Reveladores

Comencemos la lista pues. Incluyo los dos primeros, ya recogidos en el artículo mencionado anteriormente, porque por su importancia y frecuencia no pueden faltar.

1. La cinta métrica: «Dios mío, no puede ser. Esta cinta tiene que estar mal»

Gran bofetada. El día que decidimos medir nuestros lances sobre hierba y con cinta métrica no se olvida jamás. La suma de 27 metros de línea que logro sacar, más un poco de backing y tres metros de bajo, igual a la lanita a 24,20 metros, es un momento verdaderamente revelador. Y desolador también.

Comienza de nuevo pero desde más atrás, nuestra dura carrera de lanzadores a distancia. «Maldita sea, las cintas y el día que se me ocurrió la idea. A ver cómo lo cuento yo en casa esto».

2. La cámara de vídeo: «Qué horror. Eso yo no hago. Tienes mal ese chisme» 

Un amigo nos filma lanzando. Siempre habíamos oído que era muy interesante verse lanzar y analizarse. Maldito el momento y el amigo filmador. No nos reconocemos, creíamos que hacíamos las cosas de una manera y ni por asomo. Ese ser desgarbado que parece estar a punto de descalabrarse somos nosotros.

Aún así, después del soponcio, se empieza a experimentar un rápido progreso en muchos aspectos técnicos. Los valientes hasta repiten. Al poco tiempo, se acaba perdiendo miedo a la cámara y aprendiendo un montón.

3.  La caña se carga: «¡Cielos qué sensación!»

Este momento fue experimentado por muchos lanzadores, fundamentalmente en la época en la que se hablaba de la dicotomía: empujar/tirar. Los «empujadores» aprendieron a tirar modificando el estilo, subiendo y bajando el codo en vez de abrirlo hacia adelante. Este estilo aumenta la sensación de carga y descarga de la caña produciendo una sensación de control sobre la línea que uno no quiere dejar de sentir nunca más.

Más adelante se olvida uno de lo de empujar y tirar.

4. Rotación retrasada: «¡Qué bucles! Alucinante»

Los conceptos de rotación/traslación han aportado, tan solo en los últimos años, más luz y comprensión al lanzado que cantidad de términos, explicaciones y definiciones creadas incluso por grandes instructores (Mel, Joan…) desde épocas inmemoriales. Se entienden en un instante y se aplican en dos más.

Y los efectos son sencillamente sorprendentes. Hasta tal punto que me atrevo a aseverar: “Si algo no te funciona, prueba a retrasar un poco más la rotación. Y se acabó el problema”  La reacción que este gran momento revelador provoca en el recién iluminado amigo es de doble cara. Una de enorme sorpresa: «Increíble«. Otra de enorme enfado: «¿Y nadie me podía haber dicho esto antes?

Mi buen amigo David Díaz, MCI de la IFFF dice: «Me ha costado 20 años llegar a ser un aceptable lanzador. Mis alumnos lo consiguen hoy en día en 30 minutos»

5. Doble tracción: «Ya, ahora. Siento la línea tirando hacia atrás. Entiendo»

La doble tracción es de esos elementos técnicos absolutamente esenciales de aprender y muy recomendables de llegar a dominar. Representa uno de los primeros escollos serios en la carrera del lanzador. Que la mano traccionadora vaya en busca de la mano de la caña, en la parada trasera, es fácil de decir. Solo si la línea tira hacia atrás y la sentimos, se logra ejecutar este movimiento correctamente. Y un día ocurre.

Y la vida parece más alegre y quieres más a tu mujer y a tus hijos. Benditos todos los instructores de lanzado.

6. Paul Arden. «Cielos qué sutileza, gracilidad y eficacia. ¡Quiero ser él!»

Paul llegó a España allá por el 2000. Con chancletas. Y con un estilo de lanzado llamado flip-flop (chancleta en inglés) que marcó una época en España. Sensación total de falta de esfuerzo, delicadeza y unos bucles sexy, afilados, efectivos y mágicos describían una técnica por la que muchos nos volvimos locos por imitar y aprender.

Recuerdo la primera vez que le ví lanzar en vivo. Lo conocía desde hacía años a través del correo electrónico y de sus vídeos en Sexyloops. Sin embargo ese día, y está mal que yo lo diga, babeé. Ahí estaba delante mía este inglés espigado con bermudas, de aspecto algo dejado, con un calzado muy veraniego y ejecutando unos lances con una elegancia, suavidad y eficiencia asombrosas.

Cierto es que algo más adelante en el tiempo, este singular estilo dió lugar también a multitud de debates y discusiones sobre el tirar y el empujar. Y sobre cómo llegar a vivir del lanzado, con chancletas, más o menos.

7. Los bucles. «¿Y esos bucles tan guapos, a dónde han ido?»

Me jacto de ser el autor de esta frase : «Existen bucles buenos, malos y los que depende de dónde los mires»

Recuerdo ser el primero en atreverme a situarme precisamente detrás de Paul y observar como ese bucle estrechísmo, recto y con punta afilada pasaba de ser eso, a convertirse en algo bastante más feo, ancho y torcido. A partir de ahí, me aseguré que en todas mis fotos y vídeos de lanzado me sacaban con mi mejor perfil.

Este gran momento de revelación para muchos ha servido para enfatizar, si cabe más aún, la importancia del alineamiento y el mantenimiento de la tensión de la línea en el aire en todo momento. Y para desmontar la obsesión del bucle tan desmesuradamente venerado por muchos durante muchos años. Eso eran palabras mayores. Pero cada cosa y cada bucle en su sitio.

8. Caña infralineada/sobrelineada. «¿Es esta mi caña?».

Si como instructor tuviera que quedarme con el momento revelador que más ganancias y halagos me ha procurado, no lo dudaría. Sería éste.

Alumnos y amigos que me piden consejo para cambiar de caña porque quieren sentir algo más duro, o algo más blando y flexible. Y les digo que antes de desembolsar de 200€ para arriba, pongan una línea un número o dos por encima o por debajo de lo aconsejado por el fabricante de su caña.

De ahí al «parece mentira» y «te invito a una cerveza» o «toma un par de botellitas de vino» es cuestión de minutos. Gran momento este también, para mí.

9. La práctica. «Pero, ¡si llevo entrenando todo el invierno!».

Llegamos al río tras un duro invierno practicando sobre hierba, con el convencimiento de que ya no va a haber trucha lo suficientemente lejos ni lo suficientemente protegida por ramas, piedras y vegetación. Nuestras derivas libres de dragado se van a medir en larguísimos segundos y una gran variedad de serpentinas, ganchos y curvas van a atraer a multitud de curiosos mosqueros que querrán saber cómo aprender a hacer eso. «Me voy a forrar de peces pero con clase y mucho éxito popular».

Las cosas, sin embargo, no son lo esperado. Durante la siguiente hora pierdes más moscas y creas más nudos de viento en el bajo que en toda la temporada anterior. Las curvas no curvan, los ganchos se enganchan y no estás muy seguro de estar haciendo serpentinas, ya que en la hierba se veían por lo menos. Casi estás por quitar la mosca y atar un trozo de lana, a ver si así…

Sientes querer fallecer ahí mismo y que tu cuerpo sea arrastrado por la corriente sin piedad ninguna. Sin que nadie te vea, no vaya a ser que alguien decida salvarte.

En este portal hay un montón de información que puede ayudarte a saber cómo enfrentarte a este gran momento bofetada. Prueba a empezar con este artículo sobre Transferencia.

10. Los snap. «Esto sí que mola. No sirve para mucho pero me da lo mismo».

Fue el instructor irlandés Andrew Ryan quien trajo a España este tipo de lances. A partir de ahí todo instructor que se preciase como tal, lo empezó a enseñar a sus alumnos y amigos. Más parecido a un divertido acto circense que a una demostración de lanzado, empezaron a coger la mosca con la mano y la línea con la boca. Una auténtica filigrana que todo el mundo quería y sigue queriendo saber hacer por la admiración que despierta, «No tenía ni idea que se podían hacer estas cosas con la línea. La mosca vuela hacia tí con una obediencia y precisión admirables».

Al cabo del tiempo, los snap se incorporaron a algunos lances spey y a varios lances con cambios de dirección. Y con sentido. Hoy en día, apenas sorprenden, así que conviene no enseñarlos como algo especial, tan solo como un recurso técnico en algunos tipos de lances.

 Y ese era el décimo. Sin embargo son muchos más. Cada lanzador experimenta sus propios momentos reveladores casi a lo largo de toda su carrera. Me encantaría saber cuales fueron los tuyos. Escríbeme y me lo cuentas.

                  Corolario

He disfrutado mucho escribiendo este artículo. Me ha hecho recordar muchos momentos entrañables y divertidos de hacía años. Y me hace seguir reafirmando el sentimiento de lo apasionante y divertida que es la práctica del lanzado. De los grandes momentos que a través de multitud de experiencias, sitios y estupendas personas, uno puede llegar a vivir.