El doble lenguaje de Mel

No se por qué no había publicado hasta ahora este artículo en el blog. Es uno de los primeros que escribí para Sexyloops y más adelante para Jara y Sedal. Uno de los más leídos y comentados.

Se trata de dos maneras, más complementarias que excluyentes de ver, sentir y aprender el lanzado. La de los ingenieros y la de los poetas.

Los buenos instructores deberían ser capaces de saber dirigirse a ambas personalidades dentro de cada alumno. Tanto un lenguaje como el otro, combinados con maestría en el momento adecuado, contribuyen a enriquecer y a hacer mucho más efectiva la trasmisión de ideas y conocimiento. Mel Krieger, una vez más, era un auténtico maestro. El fue el creador de este práctico y bello enfoque comunicativo.

Llevándolo un poco más allá de lo que Mel pretendía escuchemos, en primera persona, dos conceptos y maneras distintas de sentir el lanzado con mosca.

Yo, ingeniero

Sólo cuando se empieza de muy pequeño uno puede acabar dominando una disciplina artística o hobby sin haberlo estudiado nunca.

Normalmente en situaciones normales y cuando pesco al agua, no presto atención a cómo realizo el lance, simplemente lo hago. Sin embargo en presentaciones complicadas de viento, matas, corrientes y más aún con una trucha de buen tamaño delante, las cosas cambian. Engancho el bajo, no lo extiendo, el viento me arrastra la línea, soy incapaz de presentar mi mosca sin dragar y lo primero que ve la trucha es mi línea en el aire. Es en ese momento cuando necesito los conocimientos técnicos que me van a decir qué hago mal y cómo puedo corregirlo: demasiado atrás, arco muy abierto, cambiar el ángulo, la muñeca más rígida, menos energía, etc..

Es desde mi punto de vista fundamental, conocer toda la mecánica básica del lance. Saber dónde pueden surgir los errores y cuales son los movimientos exactos para superarlos.

Además es necesario haber aprendido y practicado durante horas todos los tipos de lance que se puedan ejecutar y conocer perfectamente en qué circunstancias y para qué sirve cada uno.

La mayor parte de los lances de presentación no se adquieren ni por imitación ni por instinto. El lanzador que no decide estudiar la técnica del lance y practicar todos sus movimientos y variantes se queda en un lanzador con los recursos muy limitados.

Por otra parte, para poder enseñar a otros es del todo imprescindible saber hablar de mecánica del lance, de posiciones, de ángulos, arcos y muchos otros aspectos técnicos.

A partir de una muy buena base teórica uno puede practicar y aprender lo aprendido por su cuenta. Y cuanto más practique fuera del río, más se concentrará en el lance. Libros y vídeos son material muy útil para progresar a nivel individual. Llegar a ser un experto en lance es difícil y únicamente posible a través del estudio y profundo conocimiento del mismo.

Yo, poeta      

La pesca a mosca y desde luego el lance tiene mucho más de arte y sentimiento que de desarrollo de una técnica concreta en base a unos principios físicos. Pregúntale a un gran pintor o músico que te enseñe cómo pone las manos y los dedos, qué ángulo da a su pincel o qué grado de fuerza imprime a las cuerdas de su violín. Una vez que entiendas perfectamente cómo realizan sus movimientos y cómo no hay que hacerlos, ponte delante del lienzo o coge el violín a ver que pasa.

Una característica común que une a todos los grandes lanzadores actuales, muchos de ellos instructores con escuelas propias, es que fueron autodidactas. Aprendieron el lance sintiéndolo, estableciendo un ritmo natural de movimientos. Porque el ritmo que cada uno establece para su lance es únicamente válido para él.

Uno sabe que lo está haciendo bien porque lo siente. Siente y oye la línea en el aire. Llega a sentir el peso y la fuerza de la línea tirando en una y otra dirección indicándole al lanzador cuánto deben durar las pausas. Habrá días en los que sus sensaciones sean malas, probablemente porque él se encuentre mal. Ese día él sabe que está lanzando mal y hasta que no recupere su paz y tranquilidad interior no empezará a hacerlo bien.

Habrá días en los que la integración entre lanzador y río sea tan estrecha que su muñeca sea capaz de ejecutar cualquier giro y flexión de manera inconsciente en un intento casi seguro de que la línea se adaptará a la más complicada configuración de corriente.

Viento, vegetación, piedras, agua, truchas, todo forman un uno con el pescador. Y éste sabe como colocarse y sacar partido de cada elemento para realizar la más sutil y delicada presentación. Y lo sabe porque así lo siente.

Los expertos se forman encima del césped. Los poetas se forjan en el río. El lanzador poeta es creativo. Es capaz, guiado por su inspiración, de crear nuevas combinaciones de lance. Sin nombres ni descripciones técnicas, simplemente bellas.

El lanzado con mosca como la misma pesca a mosca es en esencia una experiencia individual y solitaria.

Se pueden comunicar y explicar los conceptos pero eso no es más que quedarse en la superficie. La verdadera enseñanza no se explica con tecnicismos ni jerga científica. La verdadera enseñanza consiste en llegar a trasmitir el sentimiento que éste requiere y las auténticas sensaciones que provoca. Sin ellas es imposible entender el auténtico fondo del lanzado.

No se trata de crear expertos, se trata de educar espíritus.