
Siento que sientas
Seguimos asistiendo como silenciosos y discretos oyentes y a ratitos, a esa serie de conversaciones que un Maestro y su Discípulo llevan a cabo sobre temas divinos y humanos de la pesca con mosca.
(Aunque no son escritos aptos para todas las sensibilidades y pareceres, los puedes encontrar esparcidos por el blog y aparecen sin previo aviso ni anticipación. En ocasiones cambia el nombre de los dialogantes. Original que es uno.)
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Maestro: Está muy bien en creer lo que uno quiere creer. Ayuda bastante muchas veces. En la pesca y desde luego en la vida.
Discípulo: ¿Sufren o no sufren?
Maestro: Existen dos estudios serios realizados por dos Universidades norteamericanas cuyos resultados son casi opuestos. Uno demuestra que claro que sienten dolor. Las terminaciones nerviosas y cambios químicos que se producen en el organismo del pez durante la pelea así lo señalan. El otro concluye que el componente psicológico del dolor no está presente en los peces y por tanto no se puede afirmar que efectivamente sientan dolor, al menos tal como nosotros lo entendemos.
Discípulo: ¿Y usted qué opina maestro?
Maestro: Los dos tienen razón.
Discípulo: Osea que igual sienten o igual no.
Maestro: Apliquemos simplemente el sentido común. La trucha es una especie con miles de años de evolución a sus espaldas. El dolor es un mecanismo de defensa que poseen todas las especies para protegerse y detectar problemas en su organismo. Cuando clavamos una trucha da sensación de no gustarle demasiado. La sacamos del agua y empieza asfixiarse hasta que la devolvemos. Llámale como quieras pero te aseguro que no lo pasa nada bien. Yo tengo algo claro, el pescador hace sufrir al pez. Y sí, efectivamente si crees que tiene tintes de sadismo ese comportamiento de captura y suelta, deberás pensar que consecuentemente el que las mata tiene tintes de asesino. Lo cual creo, es llevar las cosas un poco demasiado lejos.
Discípulo: Pero algunas truchas vuelven a coger la mosca al poco de haber sido devueltas.
Maestro: Cierto, ocurre a veces. Parece como si el instinto de agresividad en algunas truchas fuera mucho más fuerte que el de defensa. De todas maneras son excepciones.
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