Sobre lo que nos viene encima

El Proyecto de Ley de Protección y Bienestar Animal presentada por Ione Belarra y su equipo del Ministerio de Derechos Sociales, que se aprobó el pasado mes de febrero, podría entrar en vigor a finales de 2022.

Y aquí estamos nosotros, los pescadores a mosca, viéndolas venir, con cara de entre pasmaos y a-mí-qué.

Esta ley establece el régimen jurídico de los animales con la intención de adaptarlo a la mayor sensibilidad social que hacia ellos existe en nuestros días.

Habla, en esencia, de la caza, de los perros y su cría, de la fauna en los circos y de la venta de mascotas. Menciona varias veces conceptos como maltrato animal y su explotación para beneficio humano Y, de manera clara, reconoce la cualidad de que perros, gatos y otros animales están dotados de sensibilidad. Se les llama seres sintientes y a partir de esa ley tienen derechos legales.

¿Nos afecta a los pescadores?

El término «pesca» no aparece en el Proyecto de Ley. Esta iniciativa legal crea el marco jurídico para que los animales sean tratados dignamente y para que cualquiera que ose atentar contra ese derecho esté infringiendo la ley seriamente.

Y ese concepto sí que nos afecta a los pescadores. De manera directa.

Pero entonces, ¿prohibirán la pesca algún día?

Una vez creado el marco y el Decreto se convierta en Ley, la inclusión de nuevas especies y la ampliación de sus derechos será cuestión de tiempo.

El primer paso es el difícil, los demás llegarán, sin duda.

Más vale que existe la pesca sin muerte. ¿O no?

Y con preguntas como está es donde se nos empieza a ver las costuras a nuestro bendito colectivo de pescadores y sus protagonistas.

Creer que la pesca sin muerte nos protege de un futuro ataque a nuestra afición es querer no enterarse de nada. Los argumentos que esgrimirán contra nosotros son claros.

“Si hay algo peor que capturar peces para comerlos es hacerlo infringiéndoles sufrimiento y dolor para nuestro deleite de manera planeada, consciente y reiterativamente” Osea capturarlos y soltarlos.

Entonces todos apuntaremos con el dedo hacia Castilla y León y exaltaremos la pesca sin muerte como fantástico modelo de gestión en la recuperación y mantenimiento de sanas poblaciones trucheras. Y ellos volverán a hablar de respeto, de sufrimiento y de tortura inaceptable muy fuera del marco jurídico existente que reconoce a los animales como seres sintientes. Jaque mate.

¿No existen más argumentos a los que podamos apelar para defender nuestra afición?

Supongo que en su momento saldrá a colación el manoseado y romántico valor de la tradición, de los parabienes de la pesca en personas mayores y niños, del dinero, puestos de trabajo y turismo que genera y sin ninguna duda se enarbolará la bandera de la competición. Nada que hacer. Con estos argumentos nos van a dar hasta en el carné de identidad.

Especialmente sensiblemente contraproducente me parece el último. Sí, se hablará de que España es una potencia mundial en pesca con mosca y de los tropecientos campeonatos, concursos y competiciones existentes en nuestro país, intentando así llevar la pesca a un terreno más deportivo con un marco y régimen específicos y claramente de mayor impacto mediático. Será un craso error y un gran favor al argumentario de los animalistas.

Los pescadores de competición son los últimos que deben alzarse como defensores de nuestra afición ante lo que presumiblemente llegará. Repito, los últimos.

El hecho de que los pescadores sin muerte nos dedicamos a infringir daño al pez de manera reiterativa con la única intención de volver a hacer lo mismo cuanto antes, solo por puro placer hedonista, será su arma principal. Hablarán de tortura y de maldad premeditada con tintes de sadismo.

Si encima de eso, mi motivación principal por la pesca es la de demostrar regladamente que soy mejor que los demás, luchando por ganar un trofeo para poder satisfacer mi ego y hambre de reconocimiento, utilizando para ello seres vivos en un entorno natural, delicado y público, a modo de cancha deportiva, pues para qué quieren más los señores protectores de sintientes.

¿Qué hacemos entonces?

Complicado, muy complicado. Nos enfrentamos a algo totalmente nuevo para lo que no estamos preparados.

Nos retan un grupo de verdaderos expertos de la palabra y dialéctica argumental con una probada experiencia en la defensa de los animales que para cuando lleguen ya contarán con un marco jurídico propicio. Nos van a dar por todos lados. No podemos, ni tenemos capacidad, ni preparación para aguantar medio asalto.

Casi todo lo que estamos haciendo ahora nos debilita.

Los pescadores somos un colectivo que lo único que quiere es pescar y sacar muchos peces con el mínimo esfuerzo y exigencia mental posible. Los sin muerte presumimos de tener algo parecido a una especie de certificado que nos otorga una calidad superior y nos protege de cualquier ataque animalista, ya que no matamos.

Somos vulnerables por nuestra inocente obsesión de fotografiar y colgar en Facebook todo lo que capturamos. Ya me parece oír a los señores sintientes refiriéndose a estudios científicos sobre el estado de hipoxia que sufre el pez en esos instantes.

Somos vulnerables porque somos un colectivo muy atomizado. Existe casi una manera diferente de ver y sentir la pesca por cada pescador. No contamos con una voz común y autorizada, que nos una con cordura, tenga experiencia en lídes parecidas y esté apoyado por sólidos planteamientos técnicos y científicos.

Somos vulnerables porque nuestro aspecto más visible y exitoso en medios y redes sociales son las grandes victorias y logros en competición. Repito, es un error que la voz que se alce en nuestra defensa venga de ese sector.

Principalmente, somos vulnerables por nuestra poca capacidad de comprensión de algo tan complejo como lo es un ecosistema fluvial y la fauna y flora que lo habita. Ni lo comprendemos ni nos interesa.

Corolario

Creo poder atisbar alguna salida y un válido interlocutor. Lo dejo para la próxima que me he pasado de mi número acostumbrado de palabras.