Anna Karenina
Anna Karenina, novela escrita por el gran León Tolstói, uno de los escritores más importantes de la literatura mundial, comienza así:
«Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera»
Y así comencé yo, ciertamente algo menos importante en la literatura mundial, el Encuentro de lanzado que celebramos en Pamplona el 13 de Enero.
A parte de servirme de introducción en mi primera presentación, quería dejar una frase en el aire que sirviera de conversación durante algún rato, de entre los muchos que íbamos a pasar juntos.
La ventaja de disponer de un sitio cerrado privado para comidas, cenas y generosa barra en un evento de lanzado es enorme. Da pie a charlar, debatir, plantear mil cuestiones y no dejar de hablar de lanzado durante un montón de horas. Convierte un curso normal, en una experiencia de inmersión total de lanzado con cantidad de momentos y conversaciones muy intensas y valiosas y con libertad total para hacerlo. Sobre todo en invierno, cuando para las 18.00 ya está oscuro.
La cita de la novela, como no podía ser de otra manera, es aplicada al lanzado y queda así:
“Todos los buenos lanzadores se parecen, pero los malos lo son cada uno a su manera”
Conocido como el Principio de Anna Karenina, esta idea me resulta ciertamente interesante e invita a la reflexión y al ensimismamiento. Habla de estética y de fondo. De forma y de esencia. Sin tenerlo del todo demasiado claro, pensaré en voz alta.
Ensimismamiento
El ser humano, a lo largo de la historia, ha utilizado el principio de Anna Karenina para desarrollar y sistematizar métodos con el fin de hacer bien las cosas en actividades como la arquitectura, ingeniería, literatura e incluso en el deporte.
La primera vez que tuve la clara evidencia de que los buenos lanzadores se parecen mucho unos a otros, fue al llegar al campo de fútbol de Lekároz en el valle del Baztán y ver desde la distancia a unos 10 de los mejores lanzadores el mundo, inmersos en una mágica sincronía de movimientos coordinados, intensamente hipnotizantes.
Era uno de esos encuentros anuales o Shoot-Outs que Paul Arden celebra cada año en un sitio diferente, reuniendo a la gama alta del Reino Unido y algunos del extranjero. Ese año tocaba aquí cerca y acudí. Recuerdo y todavía siento, el escalofrío que me recorrió todo el cuerpo al presenciar aquella escena. Nunca había visto nada igual. Es difícil que lo vuelva a presenciar.
La luz del atardecer, el verde de la perfecta hierba, el fondo de las frondosas montañas y estos maestros en un perfecto e inintencionado coordinado waltz, creaban un cuadro absolutamente emocionante donde todos los detalles podían ser percibidos con nitidez de alta definición.
¿Por qué se parecían tanto unos a otros?
Cierto que hacía poco que habían llegado y sus distancias eran cortas, a modo de calentamiento. Adivino que no más de 10 metros de línea manejada en el aire por casi todos ellos. Sin embargo, sus bucles eran casi clones. Los delanteros con los traseros y los de un lanzador con los de todos los demás. Copias genéticas idénticas en tamaño, forma, pausa y velocidad. Las cañas parecían doblarse lo mismo y todas por el mismo punto. Cierto es que todas eran cañas de alta gama y similar numeración, como después pude comprobar de cerca. Las líneas todas ED y Barrio de igual número.
Destacaba la sensación de mínima energía entre todos ellos, siempre suficiente pero sin sobrar nada. Los movimientos corporales eran suaves, acompasados y minimalistas. Y hasta el número de falsos lances y posadas parecía estar dirigidos por un minucioso director de orquesta.
¿Se puede lanzar con tanta eficiencia y eficacia, en esas concretas circunstancias, mostrando una forma diferente? Yo creo que no.
Aquellos eran todos muy buenos lances y por Dios que se parecían, mucho.
Nelijärve
Cambiamos de escenario y nos trasladamos hasta el Campeonato mundial de distancia en Nelijärve, Noruega, 2016. Y observamos como lo hacen los lanzadores que llegan más lejos en el mundo, con línea del #5 (caña la que quieran).
Aunque los conceptos técnicos que siguen son los mismos, aquí ya se parecen menos. Todos son buenos lances, por encima de los 30 metros, los 30 primeros lanzadores de la clasificación final. Muy buenos lances, pues.
Sin embargo, unos se mueven mucho más que otros, unos adelantan un pie, otros el otro. Unos paran la caña algo más alta. Unos consiguen rotar más tarde que otros y las tracciones aunque parecidas, la mayoría están muy alejadas de la idea de clon. La posición del cuerpo y miembros de cada lanzador, al final del último lance, es de una variación y diversidad ergonómica sencillamente extraordinaria.
Incluso las diferencias entre los 5 primeros clasificados, muy igualados en metros, son ciertamente ostentosas (no me meto con el viento que me descoloca el razonamiento).
Matices
El principio de Anna Karenina de que todos los buenos lanzadores se parecen, debe ser matizado con un “según la distancia se parecen más o menos”.
Está claro pues que cuando el tamaño y complexión física, la altura, fuerza y musculatura entran en juego, las diferencias se acentúan sustancialmente. Cada lanzador intenta aplicar los mismos principios mecánicos de distancia con sus recursos físicos como mejor pueda. Y es en esa receta, con esos ingredientes básicos, cuando el resultado puede variar sustancialmente según la habilidad de cocina de cada uno.
Anna Karenina nos dice que los ingredientes para hacer un buen lance son muy pocos pero que la ausencia de alguno o la inexacta proporción o aplicación de tan solo uno de ellos, puede dar lugar a un extenso recetario de lances defectuosos, muy variados pero muy poco atractivos. También nos dice que incluso utilizando todos los mismos ingredientes, el resultado final puede variar.
¿Y para todos los demás lances?
Hemos visto que el principio funciona con el lance básico en corto y a media distancia. En lances largos no es aplicable porque aún siendo muy buenos los lances, los lanzadores no se parecen estéticamente unos a otros en la ejecución.
En mi opinión, este principio se puede aplicar a todo tipo de lances, tales como lances de presentación, siempre que el físico no incida apenas.
Si somos estrictos y sin ambigüedades con el resultado final de la configuración de línea que queremos crear, es muy posible que lleguemos a la conclusión que tan solo existe una mejor forma de llegar a realizarlo, de manera precisa y con las máximas garantías de poder repetirlo. Una forma exacta en fondo y forma que no admita variaciones estéticas en la ejecución de ningún tipo, ya que estas deben surgir directamente de la misma mecánica del lance.
Estaremos entrando de lleno, entonces, en un terreno en donde el estilo se funde con la sustancia y la separación de ambos se hace difusa y probablemente molesta.
Ya me he pasado de número de palabras, así que dejo ese tema para otra ocasión. De momento, me quedo con Tolstói y su curiosa conexión con el lanzado moderno a través de la muy sufrida y bella Anna.
Os dejo con el comienzo del Encuentro.