
Los pesaditos de la seca
A efectos del presente escrito, pescador a seca es aquel pescador que solo pesca a mosca seca, rechazando o evitando a conciencia cualquier otra modalidad de pesca a mosca, fundamentalmente la ninfa. La pesca al hilo o perdigón no es considerada ni siquiera pesca a mosca por este grupo tan especial de pescadores.
Podríamos pensar que la pesca a seca es una afición cuando, a mi entender, es más que nada una auténtica aflicción.
Considerada érroneamente por muchos como elitista, esta pesca no es más que un ejemplo más de sinrazón del comportamiento del ser humano, en este caso, al expresarse en una actividad que le apasiona.
El pescador a mosca seca ha decidido que o es a seca o prefiere no pescar.
Sí ya, que disfrutará del río, de los insectos, del paisaje y de su paz interior antes que pescar a otra cosa. Y después de varias horas de meditación trascendental y pensamiento Zen cuando llegue el momento si es que llega, que muchas veces no llega, atará su mosca y la posará sobre esa trucha que acaba de cebarse. Claro, eso es fácil.
Esperar a que la trucha entre en modo comida para tentarla facilita mucha la tarea de capturarla. Mucho bastante. Muy listo.
Este personaje sacrificará horas y disfrute de pesca en el río a cambio de tan solo unos contados momentos al año en determinados meses de algunos días. Reduce toda su afición a unos instantes mágicos, cuando unos cuantos insectos se dignan en eclosionar y derivan por la superficie o casi, la mayor de las veces, unos muy efímeros minutos.
Buscando respuestas
¿Cómo demonios uno llega a ese estado de absoluto empecinamiento e indescifrable proceder?
No lo tengo nada claro. Pienso en voz alta.
No puedo descartar motivaciones tan mundanas como humanas, tales como: quiero ser diferente a los demás pescadores o no-me-líes-con-más-que-con-una-cosa-tengo-bastante.
Motivaciones que tienen que ver con el ego por un lado y con limitadas capacidades por otro.
El caso es que, con el sagrado ego de pescador permanentemente dañado, ya que sistemáticamente sacan menos peces que los llamados más racionales pescadores, estos buenos amigos de la seca deben pergeñarse un montón de planteamientos a modo de excusa para, de alguna manera, intentar que su imagen no quede del todo vapuleada, una y otra vez.
Y así, hablan incansablemente de la belleza y emoción del lanzado, de la dificultad de la presentación a truchas imposibles, de la complejidad del montaje de las moscas secas, de qué una trucha a seca equivale a unas diez a ninfa, de qué esto no va de sacar peces sin más y de qué Halford dejó clarito hace ya tiempo de qué trataba esto, que seguro no sabes ni quién fue.
No solo eso, algunos de ellos, a falta de otros planteamientos, deciden pasar al ataque desarrollando una actitud crítica contra todas las demás modalidades, valorándolas como inferiores o de menor nivel técnico y espiritual. Eso de la mejor defensa…, pues eso.
Creo que muchos de estos afligidos mosqueros vivieron experiencias visuales, normalmente hace tiempo, de tanta intensidad y emoción con peces grandes en superficie, que a partir de ahí cualquier otra cosa les deja insatisfechos y semi vacíos.
A partir de ahí solo buscan poder volver a sentir algo lo más parecido a aquello. O eso o nada.
La terquedad existencialista es muy humana también. Supongo que, si una vez pruebas la carne de Wagyu, un entrecot de ternera se te puede hacer bolo el resto de tu vida. Pa-que-se-me-haga-bolo-prefiero-no-metérmela-en-la-boca.
¿Y ahora qué hago yo?
Yo, Carlos Azpilicueta, autor de hasta la última palabra y coma de este blog, soy pescador a seca, de los más acérrimos y afligidos. Y solo quiero carne de Wagyu. También quiero saber a ver como salgo de este artículo con algo de dignidad.
Maldita mi suerte
Tuve la suerte de vivir una época de la pesca a mosca donde pescar la eclosión era la norma. Recuerdo esperar a las 6 de la mañana en los meses de verano la eclosión de Caénidos y empezar a ver subidas sutiles en superficie. Subidas que, en ocasiones, creaban unas olas que me hacían temblar. No era fácil sacar una. Debía ser una buena imitación y una perfecta presentación.
Duraba escasamente una hora, pero era sencillamente increíble y electrizante. Tengo grabadas en la memoria, y hace ya años, algunas de esas bocas y aletas dorsales.
A partir de abril, a eso de las 10.00, solían eclosionar unos Tricópteros que variaban en tamaño, desde enanos hasta muy grandes.
Las subidas eran ruidosas, espectaculares y algunas de cuerpo entero. Rompía bajos en la clavada simplemente por el peso del pez, literalmente volcándose encima del hilo al capturar la imitación con violencia.
Entre las 12.00 y las 15.00 dependiendo de la época del año salían Efemerelas, Baetis, Heptagenias y en ocasiones alguna Efémera. El montaje estaba poco desarrollado y había que afinar el ingenio para crear algo que se le pareciera. El torno, la lupa binocular, los libros de entomología se volvían fundamentales en la tarea.
Recuerdo, así mismo, serenos de más de dos horas donde eclosiones mixtas de Tricópteros y Baétidos creaban experiencias apasionantes y agotadoras.
Recuerdo en muchos momentos cómo me temblaba el pulso y las piernas y cómo en ocasiones cuando mi mosca pasaba por encima de la ventana de una gran trucha, yo casi deseaba que no me la cogiera porque creía me iba romper todo y solo tenía una caña.
Es ahí donde me enganché a la seca. A partir de entonces o encontraba eso o parecido o no quería pescar. Todo lo demás era casi una broma que no me interesaba.
El lanzado
A los años, me metí en el lanzado y me aficioné a su estudio y práctica.
Vi a la seca como la modalidad de pesca que más juego le daba a esa disciplina. La modalidad que mejor unía todo el potencial del lanzado con el río. El tipo de pesca donde tanto, lances de presentación como tipos de lance, distancias varias y demás cobraban todo el sentido.
Intenté la ninfa en muchas ocasiones para no estar de brazos cruzados en cada vez ratos más largos.
Ni me llenaba, ni me gustaba, ni me atraía sacar peces que no pudiera ver antes comiendo en superficie. Además, el lanzado era más torpe y mucho menos atractivo. Era ya demasiado tarde. No había marcha atrás.
Sí, soy un afligido de la seca y maldita sea la hora porque me temo que esto no va a cambiar.
¿Pero son buenos pescadores?
Normalmente los de la seca puro son unos grandes pescadores en determinadas situaciones y peces en superficie en casi cualquier escenario. Son expertos en badinas y aguas lentas con peces selectivos y lances nada fáciles. Ahí creo son mejores que nadie.
La idea de que pescan muchos menos peces que cualquier otro pescador no es del todo acertada en algunos casos (en desacuerdo conmigo mismo, un hito más en mi carrera de comunicador).
Conozco a buenos practicantes de seca (me incluyo de nuevo, qué demonios) que son unos auténticos cracks en la pesca al agua. En determinados tramos no profundos, son capaces de sacar peces aletargados con mil lances precisos, presentando imitaciones en todos los agujeros, bajo ramitas, contracorrientes y demás. Todo un arte poco explotado por este sector, no entiendo por qué. Otro día.
Corolario
Es un hecho pues que la pesca a seca es una aflicción incorregible, incurable y nada de lo que presumir demasiado. Desde luego de elitismo, entendido como perteneciente a un grupo de privilegiados, tiene bastante poco.
Que su práctica, por lo visual que es, combinada además con el lanzado, otorga experiencias inigualables, intensas y difíciles de borrar, también os aseguro que es una verdad irrefutable.