
Sin palabras o con las justas
Recién terminado un curso, especialmente uno tan intenso e interesante como el de un fin de semana entero, me gusta reflexionar durante un tiempo y analizar si puedo mejorar algún aspecto puntual o manera concreta de enseñar algo. Cierto es que no existe el método de enseñanza perfecto y que cada alumno necesita ajustes individuales en la manera de presentar las cosas, lenguaje, tiempos y demás.
Sin embargo esos ajustes deben producirse tan solo dentro de un enfoque de enseñanza claro, sólido y bien fundamentado.
Dentro de mi enfoque pedagógico de intentar convertir al alumno en un practicante de lanzado independiente y comprometido, me doy cuenta que a lo largo de los años, cada vez he ido explicando menos cosas al alumno.
En el pasado tendía a dar explicaciones de todo aspecto de mecánica, lance y concepto. Tanto si el alumno me lo preguntaba o no, mi explicación y razonamiento iba siempre por delante. Me convence y parece mucho más interesante y productivo mi enfoque actual.
En mis cursos actuales, normalmente soy yo el que hace las preguntas. Quiero hacer que el alumno reflexione y saque sus propias conclusiones sobre cómo funciona un lance, qué ocurriría si se hiciera de otra manera, por qué ocurre eso a la línea, si es capaz de describir con detalle qué está haciendo en ese momento y si se le ocurre cómo corregir ese error. Si no obtiene la respuesta a la primera modificaré la pregunta o la simplificaré.
Es normal que en muchas ocasiones deje al alumno algo de tiempo a solas para meditar, probar o experimentar con libertad. Desde el punto de vista del aprendizaje, el valor que tiene llegar por uno mismo a dar con la respuesta correcta, es cien mil veces más poderoso que con el método tradicional. Repito, cien mil.
Puede sorprender pero solo en muy contadas ocasiones me veo con la necesidad de aclarar y profundizar más en detalles.
Este sencillo método, no solo es más clarificador, es además una herramienta que engancha mucho más y que permite establecer unos lazos mucho más duraderos e intensos entre el lanzador y práctica del lanzado.
Y lo que te puedes ahorrar en palabras que normalmente no se escuchan o no se entienden con claridad, no tiene precio.